Cuando aumentan los años
- aunque uno los festeja y los mira por debajo de la pierna – suman.
El aquí y el ahora, que mortifican en edad temprana, los echa en la mochila, y los ignora. Las
consabidas preguntas de la vida y la muerte son desechadas por molestas. Mortifican.
Se olvidan. Bien que así sea. La vida
merece vivirse.
Cuando aumentan los años – repito – uno se vuelve más
manso, solo sabe con cierta tranquilidad que estas dos amigas funcionan juntas y, que también son nuestras amigas. Tomen la
posta los que vienen.
Naturalmente, todo esto viene condicionado por el
fallecimiento de mi querido hermano Hugo Arnaboldi Belair.
Hombre bastante sabio, hizo del campo, de la sinceridad y tolerancia de su gente, su vida.
Recibí sus consejos, como él los míos.
Construyó junto a Chita, una institución – hoy algo
olvidada – una tremenda familia. Hay hijos, nietos y bisnietos a
través de la Araucanía. Los saludo y los
apoyo por la ausencia del cacique.
Un abrazo para todos.
Andrés Arnaboldi Belair