Un día, cuando yo era un niño; mientras fumaba uno de sus cigarrillos Capstan en un departamento de Valparaíso que miraba al mar, mi padre conversaba con el marido de mi tía Berta, hermana menor de mi madre, el tío Ramón.
Mi padre le recitaba una larga poesía, con calma y modulación, tal vez dándole a conocer a mi tío un nuevo poeta para él desconocido. Pero tuve la impresión que el tío ya lo conocía, pues le contestaba con unos versos bastantes similares, al tiempo que se levantaba a servir un licor que tomaban.
Yo no entendía nada, pero eran unos versos preciosos.
El departamento era de mis tíos, estábamos de visita y no hacían otra cosa que conversar en francés.
Como diría un inglés – que todo lo aman o lo odian – desde ese día, yo amo éste voluptuoso idioma.
En la casa de Pellahuén se entraba a una pieza grande que era estar, comedor, sala de música – aunque le queda grande el nombre -, perchas que recibían chaquetas, bufandas, mantas, ponchos de castilla y hasta zapatos y botas. A un costado varios dormitorios. Al otro una pieza chica que hacía de escritorio, la cocina y la bodega. Además del dormitorio del segundo piso ya descrito.
En ese tiempo aún no llegaba el fluido eléctrico ( como les gusta decir a los españoles ) a plena cordillera. Se usaban lámparas de camisa incandescente y velas.
Por lo alejado, Roberto les tenía artículos de primera necesidad que les regalaba. Lógicamente con una lista de donde retiraban su cupo mensual.
En éste escritorio donde se los atendía, oigo a Rosendo, patrón, “ ráyeme “
un paquete de té.
Al entrar a ésta pieza múltiple no se podía dejar de apreciar la magnífica obra de arte que era en esos contornos ( y que hoy día pagaría a precio de oro ) la victrola a cuerda. Una
caja cubo de madera finamente barnizada con tapa que al abrirla dejaba al descubierto en la contratapa el famoso perrito sentado, distintivo de RCA Victor.
Contábamos con una discoteca surtida- discos 78 – desde Tosca con E luceven le stelle, El día que me quieras y varias de Gardel, La vie en rose, Casas viejas y un pasillo, Flores negras, basado en versos del poeta colombiano Julio Florez Roa:
ellas son el recuerdo de aquellas horas
en que presa en mis brazos te adormecías
ellas son tan negras como la noche
yacen entumecidas mis flores negras …….
Algunas son melodías de ahí. Otras donde sea que las escucho, agitan mi espíritu y me lanzan directamente a esa habitación entrañable.
La tía Bresy era la madre de Roberto y Alejandro y también estaba pasando unos días de visita a su hijo mayor.
Con padres franceses era la primera generación chilena. Blanca, ojos azules intensos con su cabello tomado en un moño y un muy pequeño acento del idioma. Siempre curiosa – cariñosamente – por los amoríos del grupo.
En las mañanas cuando se dedicaba a componer nuestro desorden, cantaba canciones de la tierra de sus ancestros, La Provenza. Conociendo su costumbre, esperaba en el escritorio simulando estudiar con la sóla intención de escuchar los recordados "versos" de mi padre.
Es tu recuerdo, padre querido.
Es tu recuerdo, padre querido.
Que reste t-il de nos amours
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