miércoles, 7 de noviembre de 2012


Ayer tarde pasé por tu plaza. El sol amarillenteaba las acacias y la brisa presionaba  al atardecer.
Y la tía, hace cuatro que no viene, escucho.
Pequeña amiga, ven a sentarte conmigo, te contaré un cuento:
En una tarde mágica como la de esta tarde y sin que nadie lo esperara bajaron varias hadas. Venían con sus vestidos blancos largos, con cintas de oro en el pelo y zapatitos dorados.
Tomaron a la tía y la peinaron con cintas de terciopelo y perlas de la india. Le pusieron un vestido verde y de aros dos zafiros. En los pies sandalias con tiras de plata.
Le pintaron de rojo, suavemente los labios.
Mientras hacían todo esto, cantaban unas canciones hermosas que solo las hadas conocen.
Y se la llevaron a donde ellas viven.
¡Que lindo!  Y se echó a correr, pero se detuvo se dio vuelta y haciendo una especie de pequeño hipo dijo: yo la quiero, y siguió corriendo.
Mientras la miraba como se alejaba, me sorprendí murmurando: yo también la quiero.



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